MI CUENTA

COLABORADORES

Saludo Navideño

Feliz Navidad para ti, tu familia y comunidad

Escuchamos decir a Isaías (35, 1-6.10) que a los que están desalentados hay que gritarles: “¡Sean fuertes, no teman: ahí está tu Dios! … Él mismo viene a salvarlos”. La promesa que trae aparejado este grito es la visión de un mundo nuevo en donde el tullido salta como un ciervo, el mudo se pone a gritar y se le destapan los oídos al sordo. El texto añade: “los acompañarán el gozo y la alegría”.

Uno podría preguntarse de si estas promesas son una pura ilusión o un sueño pasajero teniendo presente lo que hemos visto en estos últimos días en Chile. Hemos presenciado gritos por mayor justicia, con las consecuencias dolorosas de destrucciones y saqueos, y violación a los derechos humanos. La realidad pareciera que termina venciéndonos en desesperanza. A cada paso encontramos gente con problemas, personas que andan apagadas, con el corazón desolado, superadas por todo lo que acontece.

Quizá éste mismo haya sido el drama de Juan Bautista, que nos relata el Evangelio (Mt 11, 2-11) estando encerrado injustamente en la cárcel por decisión de Herodes. Si Juan Bautista pensaba en aquella promesa de Isaías ¿no se habrá preguntado también de si ella no era más que una ilusión? Para buscar respuestas a su pregunta se decidió a enviar a dos de sus discípulos adonde estaba Jesús para que el mismo respondiera: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”.

También nosotros podríamos preguntar cuándo y cómo se cumplirá la profecía de Isaías. Una vez más se nos responderá: “Vayan a contar lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres”. Como vemos, Jesús nos dice que aquella profecía se está cumpliendo ahora entre nosotros. Nos dice que no se trata sólo de un sueño, sino que ella se está haciendo ya realidad en este momento.

Tal respuesta nos lleva a la pregunta central que debiéramos hacernos: ¿estamos promoviendo a nuestro alrededor aquellos signos de bondad de un mundo renovado? Pienso que nos debería suceder que quien nos preguntara cuánto más tiene que continuar esperando para no seguir sufriendo, para alcanzar la paz y el consuelo, pudiéramos cada uno de nosotros responderle del mismo modo: “vayan y cuenten lo que oyen y ven”. Cuando se tiene una pena grande y uno se acerca a otra persona, que también tiene su pena, y ve que ella, a pesar de todo, se desvive por los demás, y que su sufrimiento personal no le ahoga el amor de su corazón, y que mantiene una sonrisa a pesar de todo, no puede permitirse uno mismo seguir igual de amargado que antes. La bondad de nuestros actos es lo que contagia y anuncia tiempos mejores.

Compartir bondades y alegrías parece demasiado para los tiempos que corren. Pero yo diría que aquí sucede como con el mar. La superficie a veces está agitada, pero si uno se sumerge en las aguas encuentra la calma. Es lo que experimentan los que bucean. Debemos aprender pues a reconocer que existe una alegría profunda, aunque la vida nos zarandee de lo lindo. Es la alegría que provoca la certeza de que el Señor está cerca y que hay quienes están haciendo el bien. Reconozcamos los signos que hay entre nosotros que nos hablan de algo hermoso y bonito que está sucediendo. ¡Cuántos signos de bondad aparecen en quienes tienen el corazón grande!

Feliz Navidad para ti, tu familia y comunidad.

P. Juan Díaz SJ.
Director Centro de Espiritualidad Ignaciana

MI CUENTA