Mayo 2023
«La Empatía: la capacidad de tener la mirada presente en uno mismo y presente en el otro nos invita a la compasión«
Por Adriana Vera.
Podemos definir la palabra empatía como la “capacidad para participar en los sentimientos de otra persona y asimilarse a su estado anímico; nace de la identificación con otro y la comprensión íntima de su situación existencial” (3).
Esta es una capacidad natural que poseemos los seres humanos. Nos ha sido heredada desde la evolución de nuestra especie en al menos, el plano emocional y fisiológico convirtiéndonos en seres sociales. Hemos entendido que, por medio de la conexión con otros, aumentan nuestras posibilidades de sobrevivir; por medio de lazos y vínculos seguros y profundos, logramos desenvolvernos y desarrollar nuestras mejores y mayores capacidades.
En las relaciones interpersonales, frecuentemente experimentamos, sin embargo, dificultades para llevarnos bien, para sentir la seguridad de una conexión comprensiva, una que valide a las personas que se relacionan, que inspire a comportamientos de respeto, tolerancia, inclusión y colaboración.
Esta propuesta, plantea una manera de poder abordar estas dificultades tanto en la relación con uno mismo como con otros. La invitación es a iniciar o continuar un camino de autoconocimiento profundo; indagar cómo es que funciona mi cuerpo-mente y así descubrir formas de llegar a ser constructivo para mí y luego, llegar de mejor manera a poder ser constructivo para el otro. Esto implica, por ejemplo, tener una cita de autocuidado con uno mismo; una práctica que me permita cotidianamente entrar en contacto con mi interioridad y descubrir mis relatos internos, mis temores, mis intereses, aspiraciones, etc. Poder observar los hábitos mentales sufrientes, familiarizarse con la mente para trabajarlos y atenderlos y llegar al encuentro con el otro desde un lugar más integrado. Si no realizamos esta práctica, vivimos en una frecuencia caótica que dificulta actuar en un mundo sobre-cargado de estímulos, creando muchas veces más caos y más violencia (2).
Nuestros hábitos de pensamiento o mentales nos afectan intensamente por medio de las emociones. Quien recibe en primer lugar el efecto de una emoción es uno mismo; los demás también, pero puede que lo noten o no lo noten, pero tu cuerpo-mente siente el 100% de cada emoción. Uno es el receptor de sus estados emocionales y corporales; éstos pueden llevarnos a generar problemas de salud física y mental si estos pensamientos son permanentemente de agotamiento, desesperanza, cansancio o frustración, entre otros.
La práctica de ejercicios de autoconocimiento con un marco compasivo puede ser de gran ayuda para modificar los estados mentales sufrientes hacia aquellos que activen nuestra esperanza, nuestra alegría, nuestro profundo anhelo de felicidad propia y de otros. Para ello, actuamos estimulando las facultades de nuestro neocórtex para construir intencionadamente estados de felicidad propios y de los demás. Esto ocurre justamente por el hecho de que nuestras emociones tienen un impacto total sobre nuestra corporalidad.
La propuesta es como sigue:
Paso 1 Reconocer: Practicar la observación consciente de los pensamientos, estados mentales, emociones, sentimientos y comportamientos que están afectando en un momento dado, con amabilidad y acogida, sean estos agradables o desagradables. Habitualmente observamos los aspectos de nuestra personalidad que nos incomodan con una voz crítica interna, tal vez con sentimientos de vergüenza o temor y suelen estar acompañados de una sensación de peso en el cuerpo. Reconocerlos puede ser un simple susurro mental, observando lo que está sucediendo. Así, se va identificando la rumia mental incesante, la que habitualmente se manifiesta sin darnos cuenta, sin proponernos pensar o sentir de un modo determinado.
Paso 2 Aceptación: Aceptar que existen tal y como son sin tratar de controlarlos, modificarlos o evadirlos. Esto no quiere decir que estemos de acuerdo con la idea de que podamos estar en un error o hallamos cometido un error. Al contrario, reconocemos honestamente y con acogida la presencia de nuestros juicios, así como de los sentimientos dolorosos que pueden estar presente y aceptamos esas emociones. Una vez que uno se familiariza con ellos, intencionadamente los observa con amabilidad y sin juicio, así como si estuviese en un teatro, observando los pensamientos y emociones desde una butaca a una cierta distancia o como si estuviese de pie detrás de una cascada observando como cae el agua delante de uno, sin estar sumergido bajo su chorro.
Paso 3 Indagar: Cuando ya hemos transitado ambos procesos anteriores, reconociendo y aceptando lo que está sucediendo, podemos profundizar nuestra indagación interior. Me invito a acudir a mi curiosidad natural con un deseo de saber la verdad, y para ello, enfoco mi atención en la experiencia que se está viviendo en el momento. Preguntas que pueden ayudar en esta indagación son: ¿cómo siento esto en mi cuerpo (palpitación, sudor, calma, agitación, ansiedad, indiferencia, etc.), ¿dónde lo siento en mi cuerpo? ¿qué estoy creyendo, estoy seguro que esa es la verdad? ¿qué es lo que esta vulnerabilidad me permite ver de mí mismo? ¿qué es lo que necesito? Esta indagación es aún más transformadora si se centra la atención en las sensaciones corporales en vez de hacer un análisis intelectual conceptual de la experiencia.
Nuevamente, es muy importante acercarse a esta experiencia con acogida, ternura,
delicadeza y sin juzgar. Así se estará ayudando a crear una sensación de seguridad, permitiendo conectar con mayor honestidad con nuestras heridas, temores y vergüenza.
Paso 4 Nutrir: Finalmente, reconocer aquello que ha surgido y nutrirnos con comprensión, amabilidad y compasión. La compasión surge espontáneamente al reconocer que estamos sufriendo y llega a su máxima expresión cuando intencionadamente alimentamos nuestro ser interno con nuestra atención, nuestro amor, nuestra ternura de manera bondadosa. Para ello, intenta identificar qué es lo que más necesita ese lugar en tu interior que está herido, asustado o lastimado y luego, ofrécele cuidado. ¿Palabras de aliento o consuelo? ¿de perdón? ¿de compañía? ¿de amor? Identifica cuál sería el mejor gesto o acto de bondad de ayuda para reconfortar, suavizar o abrir el corazón. Pueden ser unas palabras de acogida como “Todo está bien, estoy aquí contigo”, “lo siento y te amo, entiendo que haces lo mejor que puedes”, “confía en tus buenas intenciones y en tu generosidad”.
También puedes poner una mano sobre tu corazón y la otra en el abdomen o en la mejilla o en la nuca, o imaginarse estar abrazado por una luz radiante y tibia o por alguien que admires y en quien confíes viendo que ese amor está entrando en ti. (1)
Este ejercicio de compasión hacia uno mismo es también de gran ayuda ante una dificultad o diferencia de opinión con un otro. “Detrás de cada acción inhábil (que genera sufrimiento) se encuentra la expresión trágica de una necesidad insatisfecha.” (M. Rosenberg – Comunicación no Violenta) y nos abre a la comprensión de nuestra “humanidad compartida”, de nuestras fragilidades y vulnerabilidad, de que estamos haciendo lo mejor que podemos con las herramientas que tenemos y de que todos anhelamos a ser felices.
(1) Brach, Tara. “Aceptación Radical”. Gaia Ediciones, 2014.
(2) Gilbert, Paul. “Terapia Centrada en la Compasión”. Desclée de Brouwer, 2015.
(3) https://dicciomed.usal.es/palabra/empatia